El sexo en
la cama de los papás es tan normal como comer crispetas en el cine. Sí, así
como lo leen… Mucha gente me tachará de inmoral de sucio cerdo y mil cosas más,
otros tal vez me elegirán como su ídolo por contar semejante realidad. No sé
qué pasará. Pero casi toda persona lo ha hecho o por lo menos lo ha pensado.
Indecoroso o
indebido pero qué hacer si los seres humanos tienen una cierta fascinación por
lo prohibido. Sobre todo en la juventud, donde se quiere probar de ese placer
en todas las poses, todos los lugares y todas las situaciones. Raro
acontecimiento aquel, porque cuando más tiempo y pasión, hay menos dinero pagar
aquellos lugarcillos de pasión desmesurada y privacidad completa. Y digo: en la
juventud. Porque no me imagino a un adulto de 25 años todavía escapándose a
hacer el amor en la cama de los papás... Que fracaso de ser humano.
Según estudios
de la Birgminghanton Chlauderaunten school (No es que me la haya inventado, no,
no lo duden) en cooperación con sincompliques.blogspot.com,
el 95% de las personas lo ha considerado alguna vez. Es que donde no sea así y
me respaldo en cristo a pesar de no creer en él y que me lance la primera
piedra el que esté libre de pecado.
Es sencillo,
el momento se presenta planeado o a veces de la manera menos esperada, por
ejemplo. Llega tu novia a visitarte y no hay nadie más que ella y tú: “Hay amor
veamos la película que me habías dicho. -A sí pero entonces en el televisor más
grande ¿te parece?-” ¿Televisor que obviamente está en dónde? En la pieza de
los papás. Allá entre no ver la película, las cosquillitas y los besos… lleve.
Aquella fantasía
se encuentra al lado de otras como hacer el amor en el trabajo, en la
universidad e incluso en un lugar público. Es que me pregunto yo ¿quién no ha
deseado hacer el amor en la cocina, en el baño, en la sala, en el piso, en el
confesorio de la iglesia, en los pupitres de la universidad o en una piscina?
Si estás libre de aquel pecado masácrame con tu moral y apedréame sin piedad.
Pero bueno
ya dejando el drama atrás y ese mártir interno. Son bienaventurados quienes lo
logran, aunque tal vez ya en la adultez no tendrán cosas nuevas que
experimentar, sin embargo, tendrán mucho que recordar.
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